sábado, 18 de julio de 2009

El orden político en las sociedades en cambio

En 1968, la Yale University Press, New Haven publicó,en en inglés y en los Estados Unidos, el libro Political Order in changing societies, bajo los auspicios del Center for Internacional Afaiirs, de la misma universidad de Harvard. Unos años más tarde, en 1972, apareció la primera edición en castellano con el sugestivo título de “El orden político en las sociedades en cambio”, que ha sido reeditado por Paidos con la presentación para la segunda edición de Oscar Oszlak.
Más conocido entre nosotros por “El choque de las civilizaciones” que adelantaba la sugerente y tremenda hipótesis de que las próximas guerras serían entre culturas y no entre naciones, Hutington esboza aquí un tema central: que la causa de inestabilidad política en los países en cambio (de la tradición a la modernidad) está determinada por la velocidad del cambio social y el ascenso de nuevos grupos en el escenario de nuestros países.
Hutington maneja de modo brillante cifras, hechos, estadística a la que muchos pueden acceder pese a ser por las normas que regulan el acceso a la información oficial en los Estados Unidos, pero que en su trabajo de científico social se transforman en hipótesis, en teorías.
Explica que “la diferencia política más importante entre los países se refiere, no a su forma de gobierno, sino al grado de gobierno con que cuentan”(1). Para el asunto de la gobernabilidad establece una serie de variables correlacionales (comparaciones) que sustentan sus conceptos, inferencias en realidad dotadas de una sólida base estadística y de hechos (datos tomados de anales, de fuentes, de observaciones, de lecturas) que le permiten opinar con objetividad.
Al echar una mirada a la política norteamericana en relación con los países en desarrollo, alude que una razón de su indiferencia con el desarrollo político es la de que “en su experiencia histórica no existió la necesidad de establecer un orden político (…), nació con un gobierno importado de inglaterra el siglo XVII (2).
No debemos pasar por alto su concepto de autonomía, que “implica las relaciones entre las fuerzas sociales por una parte y las organizaciones políticas por la otra” (3), planteado al tratar el tema de la relación autonomía- subordinación, que es crucial para las mantener a buen ritmo las instituciones de un país by señala que “el propio desarrollo económico es un proceso sumamente desestabilizador y que los cambios necesarios para satisfacer aspiraciones en realidad conducen a exacerbarlas”(4).
Leído para interpretar mejor nuestros países, esta idea nos permite entender los problemas que conmueven no sólo nuestro escenario político, sino el de países que tradicionalmente aparecían como economías más fuertes (Venezuela, Brasil y más recientemente Argentina, por ejemplo).
Dice que: “…el propio desarrollo económico es un proceso sumamente desestabilizador
Y que los cambios necesarios para satisfacer aspiraciones de la sociedad en realidad conducen a exacerbarlos”. Otra vez premonitorio, Hutington. Es una especie de oráculo para América Latina.
Señala como otro de los problemas cruciales, el de la corrupción, que “es una desviación de la conducta de los funcionarios públicos que se aparta de las normas establecidas para ponerse al servicio de los intereses privados”(5). La corrupción prospera, señala, con la desorganización y podemos añadir que con la no existencia de partidos o con partidos y organizaciones debilitadas.
Mordaz, caústico, expresa que la presidencia “es el único aspecto superviviente, en el mundo contemporáneo, de la monarquía constitucional que otrora predominó en toda la Europa medieval”(6).
Al desarrollar sus hipótesis sobre la modernización, nos dice que para encararla con éxito “un sistema político tiene que estar ante todo en condiciones de innovar la política, es decir, de promover la reforma social y económica por medio de la acción estatal”(7), ya que la modernización implica cambios en la distribución del poder.
Estos cambios tienen como protagonistas a las organizaciones sociales, a las instituciones políticas, a los partidos políticos, pero “los modernizadores las necesitan, pero a menudo no los quieren”(8).
Pese al tiempo transcurrido desde su primera aparición y de la primera edición, el texto es vigente, actual, necesario, indispensable para quienes desean escudriñar al interior de nuestras sociedades y a quienes tienen funciones de dirección social.

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